abril 01, 2012

LA LETRA PROFUNDA:IDIOSINCRACIA ARGENTINA



Idiosincracia argentina


[...] De lo antedicho poemos extraer algunos rasgos de la idiosincracia argentina, según lo refleja nuestra literatura:
[...]
d) Viveza criolla, que tiene una muy estrecha vinculación con el rasgo anteriormente denotado (cierto extraño pudor que le impide mostrar su intimidad, mostrarse tal cual es). Esta viveza se exterioriza -entre otras formas- en la costumbre de "tomar el pelo", de "sobrar" al prójimo, en la "cachada". Uno de los factores que le han dado origen es un marcado acentramiento del yo y cierta megalomanía típica; el argentino, sobre todo el porteño, se siente dueño del mundo. Esta "viveza" es casi exclusiva del porteño. En otras capitales del mundo -Madrid, París, Londres- no aparece y ha sido reemplazara por cierta suficiencia o cierto aire de superioridad en el trato al que viene de afuera o de "adentro". Pero hay otros factores que entran en su génesis; uno de ellos es la inmigración: esta viveza nació como una forma de defensa -y por qué no de venganza- del criollo frente al "gringo" que avanzaba e iba quitándole cada vez más espacio y más protagonismo. Pero no es exclusiva del nativo porque, con el tiempo, va a pasar al hijo de inmigrante quien la ejerce esgrimiéndola un poco como carta de ciudadanía; pero también por otras razones, cubrirse a sí mismo de la burla y el escarnio ajenos; evitar que le hicieran a él lo que le habían hecho a sus mayores, y vengarlos aunque fuera inconscientemente. Este rasgo le viene muy bien al hijo de inmigrante, todavía inseguro, porque le crea una consciencia de superioridad frente al burlado, lo afirma en su propio yo, que se enseñorea frente al infeliz que "cae", víctima de sus chanzas [...]

Alba Omil

Extraído del libro La letra profunda, de Alba Omil. Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina, 1996.

EL TEMPLO DE LAS MUJERES,BAJO LA COFIA



15/11/2011


Bajo la cofia


Retrato de mujer con cofia-Roger van Weyden

Como correspondia a una mujer decente casada del siglo XV,Elisabeth,la esposa del pintor flamenco Rogier van de Weyden,lleva sus cabellos pulcramente ocultos bajo una cofia.El pelo femenino asocia capacidad de seducción y sexualidad,por lo que no es de extrañar que la Iglesia dictase disposiciones para que las mujeres casadas de la burguesa y de al nobleza se cubriesen el cabello para hurtar las miradas concupiscentes. Solo las doncellas con intenciones matrimoniales o las prostitutas podían llevar el pelo suelto o peinado con trenzas.De esta época procede el dicho,utilizado todavía hoy en algunos lugares,de << ponerse la cofia>> por casarse.
Pero el tocado recatado exigia sus tributo:como llegaba poco aire al cuero cabelludo,el pelo se volvía ralo y había que afeitarlo por completo de vez en cuando.Las mujeres se consolaban crendo siempre nuevas variaciones de la cofia;laboriosamente plisadas como en este retrato,mas tarde adornaban con cintas y volantes.
Hasta comienzos del siglo XX, llevar sombreros, cofias y otros tocados en publico era algo
natural .Asi que no hace mucho tiempo desde que las mujeres occidentales ocultaban sus cabellos,costumbre que hoy sigue siendo frecuente en el Islan o un exigencia en el judaísmos ortodoxo

LA ERA DE LA ESTUPIDEZ (DOCUMENTAL) ECOCOSAS



La era de la estupidez (Documental)

0 comentariosmanzanaPor manzana El 31 de marzo de 2012
col0000270 La era de la estupidez (Documental)THIS IS THE END
La era de la estupidez (Age of stupid) es un documental dirigido por Fanny Armstrong, una documentalista británica, activista contra el cambio climático. Desde el comienzo la película advierte que lo que mostrará del futuro está basado en predicciones científicas y que lo que se verá del presente son imágenes verídicas, documentales. Tras esa advertencia la película shockea con un planeta Tierra devastado en el año 2055. Australia está en llamas. Las Vegas cubierto por la arena. El ártico es un océano fuera de control y sin hielo. Londres está bajo el agua. El Taj Mahal, en India, destruido por vaya a saber qué guerra.
En la película, el británico Pete Postlethwaite (“el mejor actor del mundo”, según Steven Spielberg), es un archivista que se encargó de preservar todo aquello que ya desapareció de la faz de la Tierra en una base elevada cientos de metros sobre el océano Ártico. En esta especie de Arca de Noé del futuro conviven embalsamados los animales que jamás volverán a caminar sobre el planeta con los documentos y piezas que registran miles de años de historia humana. Allí el archivista graba un mensaje para la posteridad, revisando imágenes documentales y periodísticas del año 2007, tratando de comprender qué hacía el hombre mientras destruía el planeta y se encaminaba hacia su final.
"No fuimos la primera forma viviente en desaparecer. Pero lo que es único es que lo hicimos sabiéndolo. ¿Qué es lo que eso dice sobre nosotros? La pregunta que me he estado haciendo es ¿por qué no nos salvamos cuando pudimos hacerlo?", dice apesadumbrado mientras graba su video con la esperanza de que alguien, en algún lugar del espacio escuche su historia y no repita nuestros errores.
OID EL GRITO
Entrecruzando los géneros documental, drama y animación, La era de la estupidez es una patada al estómago que pretende sacar la modorra de nuestros líderes mundiales de cara a la cumbre de Copenhague que en diciembre próximo decidirá el destino del planeta. Allí se suscribirán los nuevos acuerdos que reemplazarán al maltratado y tan incumplido Protocolo de Kyoto.
Pero la película busca también concientizar sobre la gravedad del cambio climático entre la gente común que con su voz y voto puede exigir a los gobernantes del mundo que actúen ya sobre este tema.
“¿En qué estado mental estábamos para quedarnos de brazos cruzados?”, se pregunta el personaje de Pete Postlethwaite. Su conclusión es quizá la más brillante de la película: “Mientras algunos pocos gritaban ‘¡Fuego!’, la mayoría teníamos un pacto como si el cambio climático no estuviese ocurriendo”.
Los científicos aseguran que si se pasan determinados límites el cambio climático será irreversible. O sea que el tiempo para actuar es ahora. Si la temperatura del planeta aumenta en dos grados ya será demasiado tarde, y se espera que eso pase en el año 2015 (según las peores proyecciones científicas). Así que solo nos quedan seis años para actuar. Y hay mucho por hacer…
TODOS SOMOS PROTAGONISTAS 
En La era de la estupidez el dramático impacto del cambio climático es narrado a través de la vida de personas reales, que representan a la perfección las terribles contradicciones de la especie humana.
El estadounidense Alvin DuVernay es un empleado de Shell que se emociona tanto al encontrar petróleo (“Huele como el dinero, es tan hermoso”, dice) como al recordar su casa, destruida tras el paso del huracán Katrina. Jeh Wadia es el hijo pródigo de una familia millonaria de India que maltrata a los empleados de su flamante línea aérea mientras asegura que su propósito en la vida es “ayudar a los pobres” ofreciendo las tarifas aéreas más bajas del mercado para que ellos puedan empezar a volar en lugar de atestar los maltratados trenes indios. Layefa Malemi tiene 23 años y vive en la pobreza, en Nigeria, anhelando algún día “poder vivir como los americanos, con autos caros, casas confortables, bebiendo agua limpia y comiendo buena comida”, mientras su pueblo es contaminado por la extracción de petróleo de compañías estadounidenses.

Ante las contradicciones humanas de quienes no advierten que su entorno se degrada o lo aceptan con naturalidad aportando su cuota de destrucción al planeta, la directora de La era de la estupidez ofrece la mirada de otros personajes, los idealistas, esos que creen que no todo está perdido. Como Fernand Pareau, un guía de montaña francés de 82 años que ya vio a los glaciares retroceder más de 150 metros o Piers Guy, un británico pionero en el impulso de la energía eólica que enfrenta la ignorancia de sus vecinos quienes prefieren no instalar molinos porque “arruinan el paisaje”.
Según La Era de la estupidez usted y yo somos tan protagonistas de esta película como los “personajes” descritos más arriba. Todos nosotros lo somos por ser parte de la especie que sometió a las demás, modificó drásticamente el planeta en que vive y ahora lo lleva hacia la destrucción.
Es poco probable que al ver esta película los responsables de tomar decisiones respecto al cambio climático actúen. Seguramente sólo lo hagan una vez que los reclamos sean masivos, mundiales. Tal vez es cierto que somos un desperdicio de materia gris, generando cosas maravillosas pero siendo incapaces de preservar nuestra existencia. Tal vez siempre supimos como sacar provecho del planeta en que vivimos pero nunca supimos o quisimos saber cómo protegerlo. Tal vez es cierto y el cambio debe empezar por cosas pequeñas, cotidianas. Tal vez es cierto y como decía John Lennon, "the dream is over"